viernes, 28 de febrero de 2014

'Cuando el reloj marca las 6 am aparecen los fantasmas. Y yo vuelvo a casa a encontrarme con unas sábanas frías, con un café insípido y con un pijama que se queja porque tú no tiras de sus costuras. Vuelven las horas más oscuras, las del amanecer.
Ese en el que tú, el últmo idiota por el que la última idiota llora, 
no está.

Y aún así, 
ter saudade.

Y aún así.' 



Lo jodido no es volver sola a casa,
lo jodido es que no estás. 

An,

'Escritos a deshora, la poesía de las noches de alcohol y malos tragos de tristeza.' 

miércoles, 26 de febrero de 2014

Era viernes y hacía frío, como es normal en Diciembre. No recuerda si eran las siete de la tarde o las nueve de la mañana, pero no importa, era viernes y hacía frío, como es normal en Diciembre.
Todo en orden: jerséis en invierno, y pantalón corto en verano, eso sí, el café es atemporal, da igual que el termómetro marque cinco que cuarenta, con leche y dos de azúcar.
Nunca (o casi nunca) llevaba calcetines, ni se bañaba por las noches. Odiaba los martes, más que los lunes; los miércoles tampoco le gustaban mucho, aunque si más que los domingos y los viernes. Le gustaban los jueves. Y Octubre. Y Abril.
Se mordía las uñas hasta que el dedo le sangraba, solía hacerlo más en épocas de estrés, que era cada martes y algún que otro domingo de invierno, sobretodo en Diciembre. Rara vez se desnudaba para dormir y en ocasiones hacía la colada con ropa de un solo color.
Cada mañana se cepillaba los dientes al despertar.
No es consciente del día que empezó a dibujar, pero no ha parado desde entonces, le pasaba lo mismo con la comida china y con el té de canela.
Jugaba a ser fotógrafo, y a veces hacía con que escribía cosas tristes.

Creo que una vez estuvo enamorado.

martes, 25 de febrero de 2014

'Cheque en blanco de besos al portador. Y tu espalda en mi retina.'

Y así estoy, 
a día de hoy aún.

Jodida y echándote de menos, con actos suicidas paseando entre recuerdos. En noches jodidamente frías.

Donde tú ya no estás. 

Y qué cojones puedo hacer, 
si te volviste el único vicio,
del que no puedo desengancharme. 

Joder. 

lunes, 24 de febrero de 2014

Y recuerdo cuando me hablabas. Cuando el tiempo se detenía y me contabas secretos. Tuyos. De los que llevas bajo la piel y que no olvido por mucho que me empeñe. Porque eran parte de tí. El por qué de tu cabeza baja, o el por qué de tus medias sonrisas. Los por qués de tu tinta, de tus camisetas rotas. O el por qué de cuando me las dejabas a mí para ponérmelas. 

Las lineas de la persiana nos oyeron hablar de tantas cosas que a día de hoy aún siguen cayéndome a cuentagotas por la memoria cuando menos me lo espero. Como el vaho de este invierno tan hijo de puta, en el que ya no hay pasos al lado de los míos.  

Me hablabas. De tus fantasmas. De tu música y de tus sueños. De tus pesadillas. De cómo te gustaba dejar escapar el humo de esa forma. Me hablabas, con el café en la mano, o recorriendo la linea de mis huesos. 


Me hablabas. Pero lo mejor de todo es que no solo lo hacías con palabras. Tus miradas y los besos que me diste han sido el mejor lenguaje que he aprendido nunca. 

Eso, y el regusto que dejaba tu café.

Me hablabas, 
y he de reconocer, 
que el eco de tus palabras,
se me quedó en la piel.  


'Esas mañanas frías y lluviosas en las que tú y yo nos perdíamos del mundo. Encendíamos la música y el olor a café y a nosotros impregnaba la habitación. 
Esas mañanas.' 



domingo, 23 de febrero de 2014

"Parecía un amor nocturno de madrugadas a distancia: se amaban en el incógnito mutuo de desear sentirse, de madrugada, a distancia.
"Consumirnos", se decían el uno al otro esperando a que alguno de los dos diese la primera calada y comenzase la locura de esta precoz estupidez anestésica en la que se vieron envueltos desde aquel martes - pro primera vez pasaba algo bueno un martes, era casi miércoles - de febrero en el que el frío ya no importaba porque la ropa ardía y la piel se deshacía."

miércoles, 19 de febrero de 2014

"Me vi por un momento recorriendo mentalmente los alrededores y mirando los paisajes planos que delataban la crueldad del invierno que los había dejado desolados, me vacié un poco más por dentro.

Y de pronto tú, diciendo que la tristeza era buena, que bebíamos de la apatía, de lo incierto y de la desolación de los paisajes planos en invierno. 
Y del vacío.

Y quise saber a ti. Como cada madrugada. Quise respirarte en la cara. Respirarte, a ti. Como cada madrugada. Hacernos los dormidos."
"Escuchar canciones tristes cuando te quedan despedidas por hacer es una mezcla homogénea y perfecta ente una acción masturbatoria y una auto lesión. Como una flagelación placentera que te hace sudar y sangrar al mismo tiempo. 
Le das al play y es como sí te quitaras la ropa, lento, y luego, justo en el momento en el que estas totalmente desnudo, frío, hielo, escarcha. 
Y calor de nuevo.
Como la literatura triste o una película que habla del amor cuando se acaba. Nos gusta masturbar el alma con dolor ajeno, en el cual te lees, te ves, te escuchas. Los saludos desde el tren, girar te cuando te vas, o alargar el brazo para retrasar el momento de soltarse las manos, no son más que puntos de clímax de un orgasmo cuya decadencia comienza para dejar paso a un invierno interno y vacío."


"Un suspiro que me vacíe el pecho y me comprima el alma contra el esternón es lo único que yo buscaba. Un suspiro que borrare la memoria y paralizase la circulación después de leer la nota en la que él había escrito "muere bajo mis sábanas".
Un suspiro que me nublase la vista porque el aire falta.
Porque él falta."

"Adoraba desde pequeño viajar en tren, así es que no sería un esfuerzo.
El único enemigo de nuestros besos era el tiempo, que nos separaba en la distancia de los días.
Inhalarle, que me inhalase. No pedíamos tanto.
Pero el tiempo - al que ya nombré como enemigo de nuestros besos y repito como hincapié de un dolor que ahora me quema - me sentaba frente a él como una madre que espera con la luz encendida a que llegues a casa de madrugada, y me lo negaba; el permiso que yo necesitaba para encontrarme con sus manos."

A J.S.

domingo, 16 de febrero de 2014

'Y cuando tiemblas de rabia, te sangran los nudillos y el sentido común se tambalea, te das cuenta de que vuelves a estar donde te juraste que nunca volverías a pisar. Y tu, cojo de equilibrio y de sentimientos, con la razón al otro lado del ring, sangras los restos de los últimos sentimientos, coges aire - por la que juras que será la última vez - y te lanzas a ciegas, con los ojos llenos de lágrimas, contra tu peor rival, lo que ves cuando te miras en el espejo.'


An.

domingo, 9 de febrero de 2014

"Lo que busco es tu saliva en mi boca, o igual tus pies en mi cama, tu alma en mis sábanas, tus manos en mi nuca. Y así estoy, mirando debajo de las piedras a ver sí deje alguna llave escondida para cuando llegue de madrugada al frío vacío de esta casa abandonada desde la que te escribo."


Y otra vez la misma habitación.
La misma cama por hacer y la misma pared con fotos que se caen.
Los mismos recuerdos que retumban en los rincones.
Y la misma sensación que le impide huir.
La bombilla, solitaria, parpadea intentando contener su ultimo aliento mientas ella está tumbada en el suelo, con los pies en la pared.

Está de espaldas a la ventana y parece que las vetas de la madera fluyen hasta encontrarse con las ideas que se le amontonan en la cabeza.

El teléfono, silencioso, está tirado por algún rincón, probablemente entre las cervezas vacías.
Colgados del sofá, unos vaqueros.

La luz que entra por las rendijas de la persiana le molesta en los ojos, y en su boca se junta el gusto de la resaca con el sabor amargo de la derrota.
En el calendario hay tachados tres días, y, en la mini cadena empieza a sonar de nuevo la misma canción.
Si no fuera por el tic tac del reloj de la pared, diría que el tiempo se ha parado.

Sin embargo, el ruido de los coches es incontenible.

Ella misma se ha encerrado en una cárcel sin barrotes.

El teléfono comienza a sonar, y se arrastra a por él, dejándose caer luego contra la pared.
Mira quien llama y lo vuelve a dejar caer al suelo.

Reúne fuerzas para levantarse y va a por otra cerveza. Ha perdido la cuenta de las que lleva hoy.

En la cocina, el neón hace que todo sea demasiado reluciente. Era pequeña, pero para un alma solitaria como ella, era demasiado grande.
Se sentó en la encimera, con los pies colgando.

La nevera hacía ruido, y del grifo caían gotas que retumbaban como cañonazos en la habitación.
Las paredes se le caían encima también allí.

De repente, la bola de pelo apareció por la cocina. Se acercó lentamente y en sus ojos se vio reflejada tal y como estaba en ese momento.

Cansada, derrumbada, furiosa.

Con un suspiro se levantó de un salto y se dirigió al baño.
Se quitó la camiseta raída y se metió en la ducha, donde quizá el agua consiguiera sacarla de su cárcel invisible.

Un chorro de agua fría le cayó encima, y, sin previo aviso, empezó a llorar.

Se dejó caer, y, abrazada a sus rodillas, dejó que las lágrimas borraran los efectos del pasado.
Casi lo consigue.

Esta vez la batalla había podido con los prisioneros de guerra.

jueves, 6 de febrero de 2014






'Es eso sabes. Solo eso. La sensación de vacío, de vuelco. Y el saber que cuando vuelva a mirarte a los ojos, pasará otra vez. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Lo peor no es eso, sino pensar que realmente le he cogido cariño a esa sensación, y me hace recordar de pronto que hay algo en mí una mínima parte, 
que sigue viva.

A pesar de todo, 
Me sigue gustando el olor a café recién hecho.'

miércoles, 5 de febrero de 2014

xx



Al mundo le importa una mierda si ríes o lloras. Si fumas, follas o bebes. Si dices que eres vegetariano, gordo, heavy, gótico, o moderno. Si usas camisas de cuadros o de lunares, moño, raya al medio o barba de seis meses, cuatro días y tres horas y media. Si oyes electrónica, o metal, o post-hardcore. O clásica. O mejor aún, cantos tibetanos, yo que sé. Al mundo le importa una mierda que seas un machista, o una feminista, o que llores porque no te dio el beso de despedida. 


Al mundo le importa una mierda que te tomes el café frío, que pierdas el bus, o que pongas la música demasiado alta. Que prefieras perderte por el camino, o llegar diez minutos antes para reñir al que llega cinco minutos tarde. Al mundo le importa una mierda tu rallada catorce, o tus siete problemas tan tan grandes que no te dejan dormir. 


Al mundo le importa una jodida mierda si te caes, te duele, te quedas en el suelo o te levantas. Al mundo le importa una mierda tus notas en la carrera, tus recetas del médico, o el lunar que no te gusta en el muslo derecho. Que de repente no te quede bien tu pantalón favorito, o que quieras empezar por vigésimo cuarta vez la 'Operación Bikini'. Que vuelvas al deporte, o no. Que tires tu fotografía favorita a la basura
, o que le des puñetazos a cualquier pared. 


Al mundo le importa una jodida mierda si eres feliz o no, si tienes alguien en quien apoyarte o te niegas a aferrarte a un salvavidas y te dejas hundir. 


Pero cuando ese mundo se reduce a un par de personas que te demuestran que aún quedan cosas por las que tirar, que tu nostalgia es compartida, tus ralladas van a medias, y que con un abrazo el ahogarse es menos ahogo,
es a mi a quien le importa una mierda el mundo.


Que le jodan a todo,
yo sigo. 


An. 

martes, 4 de febrero de 2014

Throw back in time.

No hay manera de describir el cúmulo de cosas que tengo en la cabeza, y si encima, en cada tormenta me cruzo con despedidas más o menos inesperadas acabo de rodillas, y con lágrimas en los ojos. Toca volver a levantarse de nuevo, que te comen las olas. 

Esto funciona así, la tormenta o yo. Y me temblarán las piernas de cansancio, pero para dejarme caer debe acabarse primero la rabia que llevo dentro.



A.
Dicen que tres grados bajo cero. Yo hubiese apuntado unos setenta. 
Tengo el alma helada y el aliento me corta la garganta cuando intento respirar, entre suspiro y suspiro, entre lágrima y bostezo.
Ya no se si te echo de menos lo que me faltan son pasos de cebra en rojo dónde poder dejarme besar, entre suspiro y suspiro.
Y malgasto el tiempo escribiendo en lugar de ir a parar el tráfico. Entre suspiro y suspiro.

J.

lunes, 3 de febrero de 2014

Un par de análisis, cuatro o cinco pruebas retrospectivas y alguna radiografía anímica dieron con la clave de todo lo que somatizaba.
El alma adelgazaba a diario, deprisa; casi no podía percibirlo, y justo cuando lo hacía era demasiado tarde para pararlo. Y así cada tarde.

Anorexia Emocional. Así lo llamé.

J.
¿Sabes? A veces sigo dándole vueltas a la absurda idea de que pronto todo se temple. A veces sigo dándole vueltas al absurdo.

Me miento. Haciéndote creer que la lluvia me resbala cuando en realidad la impermeabilidad no forma parte del diccionario que descansa en mi mesilla de noche, junto a un cactus seco y un flexo viejo sin bombilla.

¿Sabes? Nada se templa. El frío sigue estremeciendo y el absurdo sigue sin tener coherencia. Como si el planteamiento de una calma no tuviera cabida en los cajones por el simple hecho de no tener paraguas.

J.
Dando un sorbo a tu café, mientras estabas distraída mordiéndote el labio, me invadió esa escalofriante sensación de tener que salir corriendo. 
No del bar, ni de la ciudad, ni de ti, que seguías ajena mirando el plato vacío, sino de mi. 
Salir corriendo de mi mismo... Qué estupidez ¿Verdad?
Me gustaba. Realmente era la idea más maravillosa que había tenido durante ese octubre de taciturnidad diaria.

Joder, no sabía hacia dónde. Lo peor de huir es que tienes (o deberías tener siempre que te lo propones) una dirección. Yo no la tenía.
Bueno, empezaría por el bar, luego vendría la ciudad, después tu, y a ver si, con un poco de esa suerte que nunca tuve, podría perderme de mi sombra, que nunca dejó de perseguirme.

No dejé de correr. Mi sombra sigue encontrándome cuando tomo café contigo en el mismo sitio cada viernes a las siete. 
Algo me ha salido mal.

Sigo corriendo.
Sigo con sombra.
Son las siete.

J

domingo, 2 de febrero de 2014

La ví marcharse, riéndose del mundo con una boca color carmín y la linea de las medias serpenteando por sus piernas. Los tacones sonaban y la chaqueta que iba arrastrando susurraba los sentimientos que silenciaban sus ojos.
La última vez que me miró, fue al girarse y decirme con los ojos que se iba para no volver. Aún extraño el olor de su perfume por las mañanas y los dedos de pianista jugando con mi espalda.
Aún.
Y quizá.


An.
Se mordía las uñas hasta que los dedos le sangraban. Solía hacerlo aun más en épocas de estrés, que era cada martes y algún que otro domingo de invierno, sobretodo en Diciembre.