No hay manera de describir el cúmulo de cosas que tengo en la cabeza, y si encima, en cada tormenta me cruzo con despedidas más o menos inesperadas acabo de rodillas, y con lágrimas en los ojos. Toca volver a levantarse de nuevo, que te comen las olas.
Esto funciona así, la tormenta o yo. Y me temblarán las piernas de cansancio, pero para dejarme caer debe acabarse primero la rabia que llevo dentro.
A.
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