Parecía uno de esos días en los que necesitas
amar a alguien. Estar enamorado es siempre una estupidez, pero hoy la idea
sonaba como una locura casi necesaria. Quererte, a ti o a cualquiera; morirse,
por ti o por cualquiera; que se volvieran locos, tu o cualquiera.
Una cama que no estuviera vacía a las nueve
de la mañana, ni fría a las once y media de la noche. Beber el mismo té al
despertarse y de la misma copa de vino después de cenar, tirados en el sofá,
cubiertos con la manta verde que compramos en aquel viaje a alguna parte que
decidimos en cualquier momento de locura, de esos que entran de madrugada
cuando tienes los pies fríos y la ventana abierta pero no importa.
Supongo que no tendrían más que abrir mi
cuaderno de notas para saber que sólo me enamoré una vez, que odio los martes, a la gente
que se parece demasiado a mi y que nunca tuve suerte con la informática. Será por lo que
este sábado olía a soledad.
Y a ti, o a cualquiera.
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