La niebla nos envolvía como una nube de desengaños, y el humo de su cigarro se mezclaba con ese frío invernal que huele a desesperanza. Con las manos en los bolsillos del pantalón, suspiraba mientras el horizonte se desdibujaba, y yo,
desde su espalda, dibujaba mentalmente todas las lineas de su espalda,
aunque no me atreviera a tocarlo.
Ese aire de melancolía y tristeza, mezclado los restos del tabaco de liar es algo que hay que tener muchos cojones para romper,
y yo,
qué queréis que os diga,
pero nunca fui tan valiente.